Solo he escrito tres palabras y ya estoy segura de que será
lo más difícil que he escrito
hasta día de hoy ya que es un tema muy personal.
Siempre escribo sabiendo que es algo que leerán otras
personas, hoy no estoy segura que sea así ya que no creo que suba estas
palabras al blog, o quizás y solo quizás sí lo haga, pero si es algo que
necesito escribirme a mí misma por si algún día las fuerzas flaquean.
Yo era una chica “normal” y corriente, ni flaca ni gorda, ni
fea ni guapa pero lo que si tenía era unas hormonas revolucionarias. Como
consecuencia de la revolución de hormonas que tenía pillé casi el doble de mi
peso en pocos meses. Es un tema en el que no me quiero extender mucho ya que no
guardo muy gratos recuerdos de aquella época, y no solo por el tema del peso,
también por la apatía, la flojera y un largo etcétera que me produjeron las
hormonas. Lo peor es que me llegué a sentir un conejillo de indias por ciertos
médicos, ya que sufrí de su parte desde insultos hasta verme rodeada de médicos
cada vez que iba a consulta porque era un caso “poco visto”, pero a los que
ninguno ponía una solución. Así que ellos decidieron usarme como cobaya humana
e ir probando cosas nuevas a las que todos sabían que no era la solución.
Con el paso de los años y con mil subidas y bajadas de peso,
y ánimo, decidieron que ya era hora de hacerme lo que sabían desde primera hora
que iba a funcionar. Así que me tocó pasar por quirófano.
Tras la operación vinieron varias cosas, pero eso es otro tema
que no viene al caso. Mis expectativas con la operación eran que nada más salir
de quirófano iba a volver a ser la de antes, y nada más lejos de la realidad,
ya que el tema kilos ha ido aumentando cada vez más. La verdad es que ya no sé
el motivo, pero sí sé que yo soy una parte muy culpable…