"Una chica perteneciente a una familia aristocrática
venida a menos porque su padre no ha sabido o no ha querido adaptarse a los
nuevos tiempos tiene que casarse con uno de esos que llaman “nuevos ricos”.
Ella, que no piensa en el matrimonio, intenta buscar una salida pero todo
parece en su contra, así que Maddy termina casada con un banquero. Para su
sorpresa él aceptará sus propuestas a cambio de que ella sólo cumpla un
objetivo: ser la esposa trofeo de buena cuna que él necesita para ser aceptado
en ciertos círculos. Así convivirán durante un tiempo, cada uno llevando vida
independiente, como muchos otros matrimonios, sólo que en su caso no es
producto de la desilusión o el desgaste sino de un mero acuerdo. Su convivencia
será un simple trámite hasta que él pueda encontrar la forma de romper el
acuerdo prematrimonial y liberar a ambos. Un matrimonio con fecha de caducidad,
sin desilusiones, sin discusiones y sin dolores de cabeza. Un matrimonio con
una definición muy amplia de lo correcto."
Ni yo misma me creo lo que me ha pasado con este libro, pero
empecemos por el principio.
Cuando cayó en mis manos Treinta
noches con Olivia me prometí leer más libros de la autora, ya que me
gustaba mucho su manera de escribir. Durante estos años me he ido haciendo con
varios libros de la autora, aunque confieso que muchos aún siguen sin leer y
este era uno de esos. Divorcio puede
llevar en mis estanterías como dos años, aunque me moría de ganas por leerlo,
nunca me decidía a cogerlo y ponerme con su lectura.
Cuando os decía antes que no me creía lo que me había pasado
con este libro no os mentía. Los que lleváis tiempo por aquí o me seguís por
redes sociales sabéis que el 2017 en lo que respecta a lecturas ha sido
desastroso, es más ya daba por perdida mi yo lector. En este que ha pasado empecé como treinta libros de los cuales solo
acabé ocho y con bastante trabajo, nada me enganchaba, nada me
gustaba, así que cuando por casualidad me dio por abrir Divorcio un martes al medio día, probar con las primeras páginas para ver si mi crisis seguía y llegar a la palabra fin al día siguiente a media mañana, pudiendo solo leer mientras la fiebre me daba tregua, para mí fue sorprendente. Pero mi sorpresa siguió al darme cuenta que leí la última palabra de Divorcio y empecé a leer A contracorriente, segunda parte de la serie Familia Boston, sin ser consciente de lo que hacía.
gustaba, así que cuando por casualidad me dio por abrir Divorcio un martes al medio día, probar con las primeras páginas para ver si mi crisis seguía y llegar a la palabra fin al día siguiente a media mañana, pudiendo solo leer mientras la fiebre me daba tregua, para mí fue sorprendente. Pero mi sorpresa siguió al darme cuenta que leí la última palabra de Divorcio y empecé a leer A contracorriente, segunda parte de la serie Familia Boston, sin ser consciente de lo que hacía.
Maddy es una joven de veintiséis años de una familia de
aristócratas comida por las deudas. Ella
fue criada y educada en las viejas tradiciones sin más salida que ser esposa y
madre aunque Maddy es mucho más, pero siendo una mujer que vive en 1900 no
tiene otra salida. Su padre para poder salir de las deudas que tiene arregla un
matrimonio para su hija con uno de los nuevos ricos de la ciudad, un banquero
llamado Samuel Boston. Maddy no está nada de acuerdo con la decisión de su
padre, con lo cual intenta mil cosas para romper ese acuerdo y no verse en el
altar dando el sí quiero. Como no consigue romper ese contrato, no le queda
otra que aceptar que su padre la vendió como si fuera un objeto y acaba
casándose con el banquero, aunque consigue llegar a un acuerdo con él.
Como podéis imaginaros por mis palabras de antes el libro me
ha gustado muchísimo y sobre todo me ha enganchado un montón, que para mí es lo
más importante en un libro.